lunes, 15 de septiembre de 2008

Literatura tradicional 2008.

Recelo de los ímpetus folclóricos del personal. Me suelen parecer intentos forzados de actualizar y engrandecer algo cuya belleza y sentido radican, precisamente, en un contexto reducido, limitado, en el que todas las claves que en ellos se manejan adquieren su verdadero significado. Mis recelos se agravan aún más cuando es algún neotérico —esto es, moderno o modernillo— el que realiza esta tarea, pues es muy cool y retro que el artisteo actual se lance, quizás por falta de ideas, sobre cualquier cosa con una pátina inactual. ¿Qué hago, entonces, hablando de Lucas 15, el último proyecto de Nacho Vegas, en el que se recupera el cancionero asturiano? Pues que siempre hay excepciones. Algunas tan brillantes como ésta.


El capítulo 15 del Evangelio según San Lucas muestra la parábola del hijo pródigo. Vegas, junto a Manu Molina, Luis Rodríguez, Chus Naves y Xel Pereda, vuelve a las raíces de su tierra para rescatar romaces, villancicos, coplas... y pasarlas por el tamiz del pop. El resultado son once composiciones que mantienen intactos la esencia y el proceso de decantación que el tiempo ha ejercido sobre la literatura tradicional, y, además, les suma la actualidad y la cercanía de ritmos inteligibles para nosotros.

La literatura tradicional, lejos de ser simple o monótona, ha ido acumulando —aquí las perífrasis se hacen más necesarias que en ningún otro lugar— composiciones en las que el único requisito es mantener el interés del receptor. Así, nos encontramos canciones amorosas, villancicos crueles de asesinos sin escrúpulos, composiciones a medio camino entre lo religioso y lo profano en las que se mezcla el nacimiento del Niño Jesús con espectos de la vida ordinaria... Ejemplos de todo ello encontramos en Lucas 15. El disco original consta de un libreto con las letras y con ilustraciones preciosas de un tal Isidro Suárez al que yo, al menos, desconocía.

Uno de los romances más impresionantes de este trabajo es el corte 8, "Teresina". Es curioso, en él se puede observar toda esa teoría que estudiamos en los libros de Literatura y que nos parece, como mínimo, bella reliquia muerta: impresionismo de los tiempos verbales, supresión del verbo de lengua, alternancia de estilo directo e indirecto, polifonía... Suenan, resuenan ecos del Romance del Conde Niño, del Romance del enamorado y la muerte... ¿Alguien será capaz de encontrar algo de esto aquí?


Y allá arriba en aquel alto
una viuda habitaba,
ella tenía una hija,
Teresina se llamaba,
y el que la pretendía
yera príncipe de España.
Pasan tiempos, vienen tiempos,
Teresina embarazada,
su madre desque lo supio
empezaba a encomendarla:
—En fuego te quemes niña,
en fuego seas quemada.

El príncipe que lo supio,
cayó muy malín en cama,
llamaron siete doctores
de los mejores de España.
Unos dicen que se muere,
otros dicen que no es nada,
no siendo el doctor más viejo
que le miraba y callaba.
—¿Qué me mira buen doctor
que tanto me mira y calla?
—Lo que le digo don Diego
que disponga de su alma,
tres horas tiene de vida
y hora y media ya va andada
y hora y media que le queda
pa disponer de su alma.

Bien lo oyera el rey, su padre,
que en altas torres estaba:
—Que poco dura mi hijo,
que poco duras mi alma.
—Bastante dure mi padre,
hasta que Dios lo mandara.
Ahí te queda Teresa,
Teresina embarazada.
Padre, de lo que le di,
padre no le quite nada,
no siendo un anillo de oro
que le di de enamorada.
—Si tú le diste un de oro,
yo le daré un de plata,
ella si trae una hija
será monja en Santa Clara,
ella si trae un varón
será príncipe de España.

Y estando en estas palabras
Teresina allí llegara.
—¿De dónde vienes Teresa
tan cansada y fatigada?
—Vengo de Santo Domingo
de oír misa en Santa Clara,
de rezar al Dios del cielo
que le saque de esta cama.
—De esta cama, sí por cierto,
no será mucha tardanza,
esta cama, sí por cierto,
mañana por la mañana,
tres horas tengo de vida
y hora y media ya va andada
y hora y media que me queda
pa disponer de mi alma.

Teresina oyendo esto
siente la pena en su alma,
siente la pena en su vientre
y cae enferma en la cama.
—En fuego te quemes niña,
en fuego seas quemada.

Él muere a la media noche,
Teresina a la mañana,
le abrieron el vientre
y un niño lindo le sacan.
Los echaron los tres juntos
en un ataúd de plata.
Y aquí se acaba la historia
de los príncipes de España.




Podéis escuchar más canciones y ampliar información en el myspace de Lucas 15. O comprar el disco, no os arrepentiréis.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Nada grave.


Sin ti la poesía
ya no me dice nada,
y nada tengo que decirle a ella.
La única palabra
que entiendo y que pronuncio
es ésta
que con todo mi amor hoy te dedico:
nada.


Cualquier cosa carece de importancia. O la nada —quizás como metáfora de la muerte— es lo único que realmente importa, lo único grave. Ésa es la ambivalencia a la que juega Ángel González en su último poemario. Son veintisiete poemas. Algunos ya habían aparecido en revistas, en periódicos. Tras la muerte del poeta, su viuda encontró los textos ordenados, como si Ángel González los hubiese preparado para ser publicados. Textos pesimistas, más aún que los que componían Otoño y otras luces, su último —penúltimo ahora—poemario, textos que hablan sin velos, ensoñaciones ni escapatorias de las mezquindades del hombre, de la muerte, del paso del tiempo. Del final.

Largamente sentido, un avance contemplado poco a poco. Por eso el poeta ha podido estudiar —nunca limar— todas las aristas del final, todo su poder de destrucción-liberación. Y acepta su llegada con una frialdad que conmueve tanto, que impresiona e hiere tanto, que nos hace preguntarnos si tras toda ella no seguirán percutiendo desquiciadas las ganas de vivir. Ambivalencia, otra más, juego o humorada de Ángel González, tan inclinado a estos artificios de la sonrisa y la inteligencia.

Nada grave, pues, de Ángel González. En la editorial Visor, colección Palabra de honor. En mis últimos días de Albero hablé de este libro, entre otros, con Fran. Como soy torpe y lento para los regalos, Fran, permite, al menos, que te haga llegar, si te llegan, estos poemas que, entre conversaciones cruzadas, yo te quería mostrar. Algunos hablan del tiempo. "El tiempo... Ahí me has dado, ladrón." Urgidos de la sed que un soplo sacia. Un abrazo, Fran.


Última gracia

Acaso
ese golpe final
—yo ya caído—
no fue otro acto de crueldad,
sino una prueba
de la piedad que decían no tenerme.


Siempre la esperanza

Esperar la desdicha,
¿es una forma de esperanza?
La menos peligrosa, en cualquier caso.
La que no puede defraudarnos nunca.


Por raro que parezca

Me hice ilusiones.
No sé con qué, pero las hice a mi medida.
Debió de haber sido con materiales muy poco consistentes.


De todas formas

Lo que queda
—tan poco ya—
sería suficiente
si durase.


Quizá mejor ya no

Tanto la he llamado, tanto
he suplicado su asistencia,
que ahora,
cuando apenas si tengo ya voz para llamarla,
casi lo que más temo es que al fin venga.

No me vuelva a dar la vida.


Ambigüedad de la catástrofe

Lo había perdido todo:
amor, familia, bienes, esperanzas.
Y se decía casi sin tristeza:
¿no es hermoso, por fin, vivir sin miedo?


No hay prisa

Deja que pasen estos días,
deja que pasen estos años,
y entretanto
agradece el regalo de la luz
del cielo de diciembre,
tan discreta
que es casi sólo transparencia,
no ofende y es muy bella.

Deja que pasen estos años,
son pocos ya,
sé paciente y espera
con la seguridad de que con ellos
habrá pasado
definitivamente todo.


Ya casi

Esto,
que está muy mal,
está pasando.
Como pasó el amor,
pasará el desconsuelo.
¿Acabaré agradeciendo al tiempo
lo que en él siempre odié?
Que todo pase,
que todo lo convierta al fin en nada.