"Sólo tu corazón caliente, y nada más
. Ahora que vienen los fríos de agosto, las lluvias. La ropa de abrigo, tan lejos yo, sin el calor tuyo al otro lado del mar. Vasos comunicantes que sean las olas. Que traigan las palabras, que se las lleven. Que lleguen, que se extravíen. Que no asciendan allí donde tú estás, que aparezcan en la bahía de Sidney, en el Estocolmo báltico, colándose en las películas de Bergman, en la playa del Palmar, sintiéndose gaditanas. Pero que te toquen, sí, que las oigas. Aunque sean susurros, apenas audibles. Espérate. No desistas aún. Presta atención. Aullarán, sonarán prepotentes, como a odio de Dios, si tú quieres. Desde la Patagonia, desde el Calafate y su glaciar Moreno, desde Iguazú, lanzándose al vacío de tu rastro a través de las cataratas.Serán estas palabras las que te lleguen, saladas, nadadoras. Cansadas, pero certeras. Enriquecidas con las lenguas de los pueblos que las hayan hecho suyas, pasándolas de boca a boca. Y devueltas al mar, otra vez. Hasta la tuya, que es el destino pero nunca el final. Deshazlas en el paladar. Dasgástalas. Pero dalas tú también. Compártelas, rehechas. Sólo así serán verdaderamente mías, tuyas. De los otros. Todos.
Y cuando ya las hayas expulsado de ti, cuando las hayas aborrecido con el deseo de dos enemigos que se enfrentan, me serán devueltas, labradas y marítimas, cubiertas de algas y de ese reflejo tuyo que no eres tú, sino el tacto de todos los hombres que las usaron. Y entonces sabré que las tuviste, que las retuviste, que las desgarraste lentamente con tus dientes, con las uñas de tus ojos, con la fuerza acariciadora de tus manos de metal, con el roce de tus labios, los mismos labios que, en ese momento, estarán allí conmigo, en el transocéano."
No me negaréis que como ejercicio de retórica amatoria no está mal. Os lo regalo. Cambiad, si queréis, femeninos por masculinos, masculinos por femeninos, singulares por plurales, primeras personas por segundas, por terceras... Esto del amor -dicen, yo nada sé- es multiforme, polisémico. También podéis usar los textos que ahora os dejo. El caso es filosofear (neokantianamente hablando, claro).
Rayuela, capítulo 7, de Julio Cortázar. Ya usado por Alberto.
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
"Las personas curvas", de Jesús Lizano. Descubierto por Fran.
A mí me gustan las personas curvas,
las ideas curvas,
los caminos curvos,
porque el mundo es curvo
y la tierra es curva
y el movimiento es curvo;
y me gustan las curvas
y los pechos curvos
y los culos curvos,
los sentimientos curvos;
la ebriedad: es curva;
las palabras, curvas:
el amor es curvo;
¡el vientre es curvo!;
lo diverso es curvo.
A mí me gustan los mundos curvos;
el mar es curvo,
la risa es curva,
la alegría es curva,
el dolor es curvo;
las uvas: curvas;
las naranjas: curvas
y los sueños, curvos;
los paraísos, curvos
(no hay otros paraísos);
a mí me gusta la anarquía curva;
el día es curvo
y la noche es curva;
¡la aventura es curva!
Y no me gustan las personas rectas,
el mundo recto,
las ideas rectas;
a mí me gustan las manos curvas,
los poemas curvos,
las horas curvas:
¡contemplar es curvo!;
los instrumentos curvos,
no los cuchillos, no las leyes:
no me gustan las leyes porque son rectas,
no me gustan las cosas rectas;
los suspiros: curvos;
los besos: curvos;
las caricias: curvas.
Y la paciencia es curva.
El pan es curvo
y la metralla recta.
No me gustan las cosas rectas
ni la línea recta:
se pierden
todas las líneas rectas;
no me gusta la muerte porque es recta,
es la cosa más recta, lo escondido
detrás de las cosas rectas;
ni los maestros rectos
ni las maestras rectas.
A mí me gustan los maestros curvos
El baño es curvo,
la verdad es curva,
yo no resisto las verdades rectas;
vivir es curvo,
la poesía es curva,
el corazón es curvo.
A mí me gustan las personas curvas
y huyo, es la peste, de las personas rectas.
"Digo que yo no soy un hombre puro", de Nicolás Guillén.
Entre otras cosas falta
saber si es que lo puro existe.
O si es, pongamos, necesario.
O posible.
O si sabe bien.
¿Acaso has tú probado el agua químicamente pura,
el agua de laboratorio,
sin un grano de tierra o de estiércol,
sin el pequeño excremento de un pájaro,
el agua hecha no más de oxígeno e hidrógeno?
¡Puah!, qué porquería.
Yo no te digo pues que soy un hombre puro,
yo no te digo eso, sino todo lo contrario.
Que amo (a las mujeres, naturalmente,
pues mi amor puede decir su nombre),
y me gusta comer carne de puerco con papas,
y garbanzos y chorizos, y
huevos, pollos, carneros, pavos,
pescados y mariscos,
y bebo ron y cerveza y aguardiente y vino,
y fornico (incluso con el estómago lleno).
Soy impuro, ¿qué quieres que te diga?
Completamente impuro.
Sin embargo,
creo que hay muchas cosas puras en el mundo
que no son más que pura mierda.
Por ejemplo, la pureza del virgo nonagenario.
La pureza de los novios que se masturban
en vez de acostarse juntos en una posada.
La pureza de los colegios de internado, donde
abre sus flores de semen provisional
la fauna pederasta.
La pureza de los clérigos.
La pureza de los académicos.
La pureza de los gramáticos.
La pureza de los que aseguran
que hay que ser puros, puros, puros.
La pureza de los que nunca tuvieron blenorragia.
La pureza de la mujer que nunca lamió un glande.
La pureza del que nunca succionó un clítoris.
La pureza de la que nunca parió.
La pureza del que no engendró nunca.
La pureza del que se da golpes en el pecho, y
dice santo, santo, santo,
cuando es un diablo, diablo, diablo.
En fin, la pureza
de quien no llegó a ser lo suficientemente impuro
para saber qué cosa es la pureza.
Punto, fecha y firma.
Así lo dejo escrito.
"Espantapájaros", de Oliverio Girondo.
No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero, eso sí! —y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme! Ésta fue —y no otra— la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa. ¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? ¡María Luisa era una verdadera pluma! Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte. Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo. ¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo! Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.
2 comentarios:
Espumosamente psical´´iptico, en efecto...¡mucho vigor para que dure de una a otra orilla!
Tienes un magnífico blog. Me agrada te haya gustado el mío de teatro. Lo he dejado un poco de lado, porque tengo otro con mis escritos donde me escriben muchas personas y ya no me doy abasto.
Te invito a que lo conozcas. La dirección es:
www.desdemiinterior-shanty.blogspot.com
Te visitaré con frecuencia. Tus letras y temática me han gustado mucho.
Shanty (María Renée)
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