viernes, 29 de enero de 2010

Larga vida a Salinger.

A veces suceden estas casualidades. Cuando en agosto releía El guardián entre el centeno por esas tierras francesas de Dios, pensaba que, si este año impartía clases en 1º de Bachillerato, les propondría —es un decir— a mis alumnos que leyeran este libro. Creía que les podría gustar, que Holden Caulfield era un personaje interesante con el que, en algún aspecto, podrían sentirse identificados. Después de que leyeran el libro, hubo opiniones para todos los gustos. Me quedo, sin embargo, con unos cuantos comentarios de algunos alumnos que me confesaron que, en efecto, les había encantado el libro.

Y ayer —por eso hablaba de casualidades al principio—, murió J. D. Salinger. Un tipo extraño, desde luego. Hoy la prensa ha amanecido con obituarios, análisis más o menos sesudos, referencias sacadas de la wikipedia sobre Salinger... Está bien, no pasa nada. En El Mundo, dicen:

NO CONCEDÍA entrevistas. Vivía recluido en su casa, guardiana y defensora de su idolatrada intimidad, y sólo quería escribir. La figura de J. D. Salinger se apagó con un áurea de misterio muy grande, que el autor de 'El guardián entre el centeno' se encargó de construir prácticamente toda su vida.

En El País también hablan sobre Salinger:

J. D. SALINGER no era un escritor sino una religión. Es lo mejor y lo peor que puede decirse del autor de El guardián entre el centeno, un libro que desde su aparición en 1951 convirtió a legiones de lectores en posesivos devotos de un misterio, el de sus personajes y el suyo mismo. ¿Quién era Jerome David Salinger? ¿Quién era ese tipo convertido en profeta de ese doloroso tránsito llamado adolescencia? En la investigación que Ian Hamilton emprendió en 1983 y que se convirtió en una cruzada del escritor para evitar airear cualquier dato sobre su vida, el biógrafo convirtió el célebre y elocuente silencio de Salinger en respuesta.

Rosa me manda un mensaje y me dice que en El ojo crítico, un programa de RNE, ayer hablaron sobre Salinger. Lo escucho mientras escribo esto (minuto 11:50).

Ha muerto J.D. Salinger, autor de "El guardián entre el centeno" (El Ojo Crítico)


Incluso en El Mundo publican el primer capítulo de El guardián entre el centeno. Y eso es lo más interesante de Salinger. Leer, leerlo. La novela entera, por ejemplo. O sus relatos. Mañana, si puedo, me los compro.

Larga vida a Salinger.


sábado, 23 de enero de 2010

Ezequiel 25:17.

"EL CAMINO del hombre recto está por todos lados rodeado por la injusticia de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel Pastor que, en nombre de la caridad y de la buena voluntad, saque a los débiles del Valle de la Oscuridad. Porque él es el verdadero guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos. ¡Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquellos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos! ¡Y tú sabrás que mi nombre es Yahvé cuando caiga mi venganza sobre ti!" Ezequiel 25:17.




Entonces ya comenzaba yo a comportarme como un inadaptado, yendo solo al cine y peleado con el mundo que conocía. Ignoraba por aquellos años, pese a que creyera saberlo todo —ay, la cándida estupidez de los que un día fuimos niños—, las cicatrices que eso dejaba, deja. Creía que algún año más cercano que distante iba a ser el mío y, a partir de ese momento, las cosas cambiarían. Para mejor, claro. Hoy, igualmente estúpido pero con la inocencia arrojada entre bilis y asco de mí mismo, me limito a purgar fantasmas irónicamente con versos que recogen desengaño y nada: "Eso —te dices—, tú sigue así, esperando que te llegue tu momento. Que ya verás cuando te des cuenta."

Pero no es esto de lo que os quiero hablar hoy. La cosa va de cine. De cine y narración. Este viernes, mientras conducía de Lepe a Arcos para llevar el coche al taller y pagar con buena cara —encima da uno las gracias—doscientos euros por un par de ruedas, pensaba en mis queridos alumnos de primero de Bachillerato y en lo que habíamos visto en clase los últimos días: tipologías textuales, texto narrativo et alii. Pansaba en el tiempo narrativo, en la linealidad, en el flash-back (recordad, niños, el capítulo del miedo a volar de Marge Simpson), en el flash-forward (ídem para un capítulo cualquiera de CSI), y en cómo mostrarles claramente que en la narrativa moderna los juegos temporales son muy normales, y que, además, esos juegos tienen como objetivo en muchos casos mostrar la fragmentación de la vida actual y el desquiciamiento del personal. Por si esto fuera poco, pensaba en uno de los constituyentes básicos del texto narrativo, el personaje, y en que es también moneda de cambio habitual de la narrativa moderna crear personajes múltiples, colectivos, o crear textos en los que aparezca un gran número de personajes cuyas historias o vivencias se mezclen, se confundan. Por si hay algún purista por ahí, que de todo hay en la viña del Señor, soy consciente de que estos juegos se han hecho de toda la vida de Dios, pero cuando hablo de narrativa moderna me refiero a nuevas formas de afrontar el hecho narrativo, estén los textos escritos en el siglo XVII (el Quijote, ni más ni menos) o en el siglo XXI.

En fin, que todo esto pensaba yo —sí, tenéis toda la razón, ¡vaya vida miserable debe llevar este tipo para pensar un viernes recién salido del trabajo en estas cosas!... os remito al segundo párrafo— cuando se me ocurrió Pulp Fiction, película imprescindible de Quentin Tarantino, como muestra perfecta para comprender, más allá de mis explicaciones insuficientes, la maravilla del arte de contar. Saltos en el tiempo, diálogos vibrantes, personajes cuyas vidas se cruzan, se mezclan, se separan, acción, tiros, sangre, palabrotas, una banda sonora para llevarse al fin del mundo... Joder, tíos, ¿qué coño hacéis leyendo esto en lugar de pinchar más abajo y comenzar a ver la peli?


Así pues, queridos míos, quien se sienta preparado puede reclinar su asiento, desabrocharse el cinturón, abrir bien los ojos y alucinar con esta peli. Pinchad aquí, hombres y mujeres de Dios, para verla... y no se lo contéis a nadie.



Nota a pie de página: hay un capítulo de Los Simpsons en el que se parodia una escena de Pulp Fiction. Mirad, mirad..., ¿lo recordáis?


sábado, 16 de enero de 2010

Sangre para olvidar.

En la última escena, cuando ya el Novio y Leonardo se han dado lo suyo a navajazo limpio, la Novia llega con las dos manos ensangrentadas —tampoco hay que ser el mejor hermeneuta del mundo para darse cuenta de que la sangre de cada mano pertenenece a cada uno de sus dos hombres—, pero muy ensangrentadas tipo peli gore, y se arrodilla allí delante de la Madre y le suelta algunas de las mejores líneas de la obra (ah, a propósito, estoy hablando de Bodas de sangre, de Lorca, nuevo montaje en el que han colaborado el CAT —Centro Andaluz de Teatro— y el CDN —Centro Drámatico Nacional— y que se puede ver hasta el día 31 de enero en el Teatro Central, en Sevilla):

¡PORQUE yo me fui con el otro, me fui! (Con angustia) Tú también te hubieras ido. Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era como un niñito de agua, frío, y el otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien!; yo no quería, ¡óyelo bien!. Yo no quería. ¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar, como la cabezada de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre, siempre, aunque hubiera sido vieja y todos los hijos de tu hijo me hubiesen agarrado de los cabellos!




Pero, claro, para entonces ya la obra estaba perdida. Perdida por muchas causas: por la dicción de los actores, que oscilaba entre la pronunciación de las eses implosivas o su aspiración, entre la aspiración de la velar fricativa sorda (vulgo jota) y su aspiración, perdida porque los actores —y esto es marca de la casa del CAT, ya les vale— telegrafían los movimientos tipo sheriff del Oeste (las manos semiabiertas a la altura de las caderas) y sobreactúan cada palabra para dotarla de una supuesta intensidad sin tener en cuenta que el efecto conseguido es justamente el contrario... A esto hay que añadir dos borrachos (sic) sentados en la fila de delante y toda una caterva de alumnos de 2º de Bachillerato oligofrénicos más preocupados en meter bulla que en prestar atención. Por si alguien no se ha coscado hasta ahora, no, no me gustó nada el montaje (nota: ¿cuándo vamos a superar las escenografías basadas en paredes móviles? Joder, desde una Celestina que vi siendo mocito se lleva utilizando eso... ¡hay que innovar!). Claro, que siempre será mejor ver esto que absorber los despapuchos de Juanito el Golosina (resic) en uno de los cubos de basura de la tiví.

Otra cosa es el texto de Bodas de sangre. Ahí ya la cosa cambia. Es Lorca, para bien y para mal. Con sus lunas y sus simbolismos no sé si simples o demasiado manidos ya, pero también con su apelación a lo más profundo —primitivo también— de nosotros mismos: la esencia de la tragedia. Me siguen poniendo un nudo en la garganta estas palabras de la Madre a propósito de los hijos, de cuánto cuesta criarlos y de cuánto duele que mueran:

PADRE: Lo que yo quisiera es que esto [que su hija y el Novio tengan descendencia] fuera cosa de un día. Que en seguida tuvieran dos o tres hombres.

Madre: Pero no es así. Se tarda mucho. Por eso es tan terrible ver la sangre de una derramada por el suelo. Una fuente que corre un minuto y a nosotros nos ha costado años. Cuando yo llegué a ver a mi hijo, estaba tumbado en mitad de la calle. Me mojé las manos de sangre y me las lamí con la lengua. Porque era mía. Tú no sabes lo que es eso. En una custodia de cristal y topacios pondría yo la tierra empapada por ella.


Hay una versión cinematográfica de Bodas de sangre dirigida por Carlos Saura y protagonizada por Antonio Canales y Cristina Hoyos. Os dejo el tráiler, a ver qué os parece.




Y lo mejor de todo, sin duda. El texto completo de Bodas de sangre.