sábado, 9 de abril de 2011

Días intensos, días tristes.


"El sol pegaba con fuerza, manchaba el cielo de amarillo iracundo, vengándose así de un mundo montañoso que en su ausencia se había quedado dormido y congelado."


Porque durante toda la novela es invierno y hace frío. La nieve se acumula en la casa pobre de los Bandini. El padre, Svevo, prefiero irse a emborracharse a los Billares Imperial. No hay trabajo en el invierno de Colorado para un albañil italiano. La madre, Maria, en casa, rezando el rosario macánicamente, afilando las uñas para cuando Svevo vuelva. Y los tres niños. Arturo, Federico y August. Uno pequeño, otro que va para cura y el mayor, Arturo, que se marchará a Los Ángeles e intentará ser escritor. Pero eso será en otra novela, no en esta. Esta es Espera a la primavera, Bandini y es la primera de la tetralogía dedicada por John Fante a su álter ego. En la segunda y más famosa, Pregúntale al polvo, Arturo ya está en la gran ciudad, malviviendo y enamorándose de una camarera hispana. "Se llamaba Arturo, pero no le gustaba y quería llamarse John. Se apellidaba Bandini, pero quería que fuese Jones. Su padre y su madre eran italianos, pero él quería ser norteamericano. Su padre era albañil, pero él quería ser pitcher de los Cubs de Chicago. Vivían en Rocklin, un pueblo de Colorado de diez mil habitantes, pero él quería vivir en Denver, que se encontraba a cincuenta kilómetros. Las pecas le cubrían el rostro, pero él lo quería limpio y despejado. Iba a una escuela católica, pero él quería ir a una escuela estatal. Tenía una novia que se llamaba Rosa, pero ella le tenía inquina. Era monaguillo, pero también un demonio que detestaba a los monaguillos. Quería ser un buen chico, pero temía ser un buen chico porque temía que los amigos le llamasen buen chico. Se llamaba Arturo y quería a su padre, pero vivía con el temor de que llegase el día en que pudiese darle una paliza a su padre. Veneraba a su padre, pero su madre le parecía una cobardica y una imbécil."

Tierna a veces, otras excesivamente florida y glucosa, turbia y desalentadora la mayoría, Espera a la primavera, Bandini arranca con trabajo pero crece a mitad y, hasta el final, sabemos que la sonrisa ya cínica y derrotada del joven Arturo lo acompañará toda su vida. Da igual que su noviazgo con Rosa solo exista en su imaginación —"oh, Rosa, por favor, no te mueras, Rosa. Quiero que estés viva cuando llegue. Ya voy, Rosa, amor mío"—, da igual que su padre fume puros caros en casa de otra mujer y él lo vea todo desde la ventana, mientras nieva. Todo eso da igual. Da igual también que Arturo Bandini nunca jamás vaya a jugar con los Cubs ni a superar récords lanzando la bola. Su mirada ya está hecha, construida, y le servirá para asumir las derrotas; para saber que todas las victorias, sobre todo aquellas que parecen definitivas, siempre son efímeras y, por tanto, dolorosas.

Pero es el mundo quien espera, Bandini, y la primavera está llegando. Levántate del césped y comienza a caminar. Aún te quedan muchas páginas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay días, en los que suena el teléfono, despierto.
Días en los que grapo, mi existencia
a la vida. Hay días en los que huyo
lejos, de mi cabeza herida y corro
siempre, por la Toscana y entonces
siempre, te llevo de la mano y tu mano,
sobre la mía, hiende un rastro,
que abre un camino, por el centeno de la Toscana
y los niños, de nuestros sueños
corren, por el camino, tras la vida.

Hay días en los que soy silencio
y tus labios, que por corcheas, pasaron
los siento. Días en los que cuento,
los días que no llevamos. Días
en los que pienso, en el rastro
que hemos dejado,
en los niños, que soñamos
y que nunca vendrán.