viernes, 4 de febrero de 2011

Pixelados.


La amistad —o algunos de sus sucedáneos— tiene estas cosas. La palabra "nocilla" es demasiado golosa, literariamente hablando, como para no quedarse con ella en el oído. Así que me sonaba el título. Víctor leyó Nocilla Experience. El otro día, Juanlu, con sus virus a cuestas, me habló de otros libros de Agustín Fernández Mallo y me dio a elegir entre dos. El que me quedé —no sé si era regalo a tiempo parcial o indefinido— se titula Carne de píxel. Ahora es fácil decir que la metáfora, eso del mundo "pixelado", es buena, evidente. Pero, claro, se te tiene que ocurrir. Y se le ocurrió a él primero.

En un par de pizarras, en el salón, Juan tiene el esbozo de su concepción de objeto poético. Probablemente me equivoque en los términos. Me habló de procesos de creación. Yo le enseñé mi libreta de Hamlet. Discutimos sobre el origen, el motiv, según dice, de nuevo, el todopoderoso libro de Literatura Universal de los nenes. Cómo se origina el poema. Una pavesa inicial, pensé. El poema, como el fuego, está en esencia ahí. Su éxito depende de que prenda. Para ello, imagino, serán necesarias las condiciones óptimas de humedad, presión, ángulo y otros términos. Su idea, mostrarlo todo. La ciencia, me dijo. La ciencia, le dije. Recordé que en los apuntes dice que los parnasianos también hacen eso. Recurrir al objetivismo científico para alejarse del sentimentalismo romántico. Al que todos tendemos. Esa es una verdad irrefutable.

Carne de pixel. Poesía de la que no se enseña. Víctor lo decía también en un post hace unos días. Valen Machado, Juan Ramón, Cernuda, todos esos. Son los clásicos, qué decir. Pero hay más. A lo mejor funcionan.

lo más difícil de narrar siempre es el presente. Su instantaneidad no admite proyecciones, fantasías, desenfoques. Yo no sé si todo aquello existió porque no sé si existe. No sé si son ciertas tus manos [aunque sí sé que verosímiles] bajo la lluvia, y tus ojos como Polaroids [irrepetibles y mostrando más de lo previsto]. Llorabas. Llovía. Quién deja a quién si todos andamos diferidos de nosotros mismos, dejando atrás lo que entendemos para no entender lo insoportable: que cada cual es uno y además no numerable, que vendrán otras, que vendrán otros, que asusta pensar hasta qué punto todos somos inter cambiables. Sé que no podré olvidar cuanto vi en tus ojos: el aire ionizado sobre nuestras cabezas, tus manos apretadas [no sé exactamente qué visión pretendían re futar]. Puede que fuera yo quien lloraba, puede que fuera en mí donde llovía. Puede que aún me estés besando, o que aquel martes [por decir un día] jamás haya existido.


cincunvalamos la ciudad. Aunque ya era mayo, hacía frío, llovía. Que el mundo es un lugar horrible, escribió Sábato en El Túnel, es una verdad que no necesita demostración. Entonces, me digo, por qué persistimos en demostrarlo. Lo llamaré pixelado nº4.


recordar un hecho real dentro de un sueño equivale a dotarlo aún más de la realidad: dos límites lo acotan: anochece y amanece. El abrazo mientras dormías para llevar tú mi mano hacia tu pecho con tibia [no sé cómo expresarlo] ensoñación no soporta tal exceso de realidad y en mitad de la noche me despierto.

No hay comentarios: