domingo, 16 de enero de 2011

Al campo de batalla.

"Cuando la sombra del marco de la ventana apareció en las cortinas era entre las siete y las ocho y entonces me encontré de nuevo en el interior del tiempo, oyendo el reloj. Era el del abuelo y cuando padre me lo dio, dijo: Quentin, te doy el mausoleo de toda esperanza y deseo; es más que penosamente posible que lo uses para conseguir el reducto absurdo de toda experiencia humana, lo que no satisfará tus necesidades individuales más de lo que satisfizo las suyas o las de su padre. Te lo doy, no para que recuerdes el tiempo, sino para que consigas olvidarlo de vez en cuando durante un momento y no malgastes todo tu aliento intentando conquistarlo. Porque ninguna batalla se gana, jamás, como él decía. Ni tan siquiera se libra. Solo el campo de batalla revela al hombre su propia locura y desesperación, y la victoria es ilusión de filósofos e idiotas."

He sido hijo tonto, niña consentida. He sido hermano sádico, también incestuoso. He sido madre enferma y padre ausente. He sido blanco y negro. He preparado cenas y me las he comido. He despreciado platos llenos, también corazones, alguna metáfora. Me he columpiado en los árboles prohibidos, solo a veces, en compañía otras. He cargado mi estupidez como un fardo humano, a cuestas, a rastras. He dicho deja de llorar, deberían llevarte a Jackson. He pedido vuelve a llorar, y el cauce entonces estaba seco. He sido el perro que ladraba la llegada de extraños y he sido envenedador de los ladridos que me delataban. He viajado tarde y mal, y en su momento y bien. He hecho todo el daño que he podido, voluntariamente. He pasado temporadas donde todos, arriba o abajo, creyendo que no hay salida. He salido, he comprobado que, después de todo, se estaba mucho mejor sin mí. Eso es lo que más me tranquiliza.

El ruido y la furia es el tercer libro que leo de William Faulkner. La poca teoría que sé de él me la han enseñado mis apuntes de Literatura Universal. Faulkner —dicen— creó un mundo propio que describe la vida de los habitantes del sur de los Estados Unidos, antiguas familias de blancos poderosos que asisten ajenas a su propia consumación. La grandeza de Faulkner —utilizan los apuntes estas palabras— reside en su capacidad de indagar en la naturaleza humana a partir de las vivencias de los seres de un mundo tan reducido. Después, como todo apunte, se pasa a otra cosa.

Seres extraviados. Me gustan los seres extraviados. Los sádicos, los idealistas, los mezquinos, los entregados, los amantes, los subnormales, los dictatoriales, los inocentes, los lascivos, los reprimidos. Me gustan todos. Porque es mi búsqueda en una sopa de letras. Aún no di con la pieza, que es tanto como decir que encajo en todos lados. Acaso sea solo cuestión de un par de muescas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

qué bien verte por aquí de nuevo, con tus libros y tu personalidad no-cambiante. hasta yo había dejado de publicar en el mío! gracias, y besos besos besos (: (---> sí, es un smiley!).

eugenia.

Saliente de guardia dijo...

"Seres extraviados. Me gustan los seres extraviados. Los sádicos, los idealistas, los mezquinos, los entregados, los amantes, los subnormales, los dictatoriales, los inocentes, los lascivos, los reprimidos. Me gustan todos."

Estoy contigo jefe!

Iesus dijo...

¿Es que no sabe que en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Faulkner?

Pablo dijo...

"¡¿Cómo se le ocurre plagiar "Luz de agosto?!" Oscar para Saza.