martes, 25 de enero de 2011

Seis de abril de 1928.


Es lo que yo digo, que la que ha sido una zorra siempre será una zorra. Lo que yo digo, suerte tienes si lo único que te preocupa es que no haga novillos. Lo que yo digo, que ésa debería estar ahí abajo en la cocina, en lugar de en su habitación, echándose pintura en la cara y esperando a que seis negros, que ni siquiera pueden levantarse de una silla sin que un plato lleno de pan con carne los sostenga en pie, le preparen el desayuno.

Jason Compson, un Compson, aunque para su madre, Caroline Bascomb, sea un Bascomb, el último Bascomb. Con él y con su dinero perdido se irá el esplendor de la familia. Jason Compson acelera su coche por caminos de tierra antes de que llueva porque tiene que llegar a Mottson. Quentin, su sobrina, la puta, le ha robado tres mil que eran suyos, de la muy puta, y se ha ido de casa. A Jason le duele la cabeza cuando conduce. Le duele la cabeza cuando trabaja. Le duele la cabeza cuando va a correos a recoger giros que no son para él. Le duele cuando vuelve a casa y Dilsey, la criada negra, le pone la comida. Le duele, sobre todo, cuando escucha berrear a su hermano Ben, Benjamin, el idiota, cuando lo ve babear con su babero puesto. Le duele tanto que le gustaría mandarlo a Jackson para que allí se ocupen de él. Caroline piensa que es un castigo de Dios. Jason piensa, simplemente, que Dios se olvidó hace mucho de los Compson. Porque los Compson fueron algo, hace mucho. Ya, desde luego, son solo nada.

Yo digo que cuando mi familia poseía esclavos, vosotros teníais que vivir en tiendas de campaña y labrar parcelas que ni un negro querría trabajar ahora.

Jason Compson, cuando le duele la cabeza, intenta pensar en otra cosa. No en el dinero. No en su sobrina puta. No en su hermana puta. Ya se sabe, la que ha sido una zorra siempre será una zorra. No en el dinero que le falta. No es su padre aniquilado por el alcohol y la vergüenza. No en su madre que mejor estaría muerta. No en su hermano que mejor estaría ingresado. No en los negros, ¿has tenido alguna vez un negro que valiera lo que cuesta la cuerda para ahorcarlo? Jason prefiere pensar en Lorraine y en la próxima vez que él vuelva a Memphis, a pagarle lo que sea y a acostarse con ella. Así parece que se alivia un poco. Pero enseguida le vienen más pensamientos. Y, de nuevo, el dolor de cabeza.

Porque Quentin, su hermano, tuvo la universidad. Caddy, su hermana, tuvo la vida que quiso. Benjamin, el idiota, no tuvo nada. Pero él, Jason Compson, tuvo el futuro en sus manos y se lo arrebataron. Y por culpa de todos. Herbert le había ofrecido un buen trabajo en un banco. Pero Caddy tuvo que estropearlo todo. Y el prado fue vendido para pagar los estudios de Quentin, ahora bajo el agua. ¿Qué le quedaba a él? Cabeza de familia de una saga naufragante. El último Compson. Y una madre para recordárselo todo.

Esas cosas las dices para hacerme daño, dice la madre. Aunque me las merezco. Cuando empezaron a vender la tierra para mandar a Quentin a Harvard dije a tu padre que debía prever las mismas cláusulas para ti. Luego, cuando Herbert se ofreció a meterte en el banco, yo dije, Jason ya está provisto, y cuando los gastos comenzaron a amontonarse y yo me vi forzada a vender los muebles y el resto del prado, le escribí inmediatamente porque me dije que se daría cuenta de que tanto ella como Quentin ya habían disfrutado de su parte y también de la de Jason y que ahora le tocaba a ella compensarle a él. Me dije lo hará por respeto hacia su padre. Entonces lo creí. Pero sólo soy una pobre anciana; me educaron creyendo que las personas pasan privaciones por quienes son de su carne y de su sangre. Yo tengo la culpa. Tenías razón con tus reproches.


Queda una última fecha. El ruido y la furia, de William Faulkner.

3 comentarios:

Gema dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Gema dijo...

A mi burro, a mi burro, le duele la cabeza...

Si no supiese lo cínico que es Jason, pensaría que no sólo Caroline es hipocondríaca.

Un saludo... ¿Profesor? :)

Gema

Pablo dijo...

Tienes toda la razón. Aunque, quizás, además de cínico sea hipocondríaco. Y otras muchas cosas que están en las páginas de la novela.

Un saludo, Gemita. Hombre, un poco "profesor" sí que fui, ¿no? Aunque al final, más ladrador que mordedor. ¡Con lo que yo os quería!