miércoles, 25 de marzo de 2009

El Manifiesto Vegas.


Así, como para relajarse y echarse unas risas después de los agobios de los exámenes, no es. Ahora, a poco que os coja un día con el paso cambiado y con ganas de desaparecer —reconocedlo, días de ésos los tenemos todos—, Nacho Vegas puede ser el mejor compañero de pensamientos nocivos y ganas de maldecir, empezando por uno mismo. En otro post ya os hablé de él a propósito de un proyecto, Lucas 15, en el que Vegas y otros recuperaban parte de la literatura tradicional asturiana con ritmos actuales. El Manifiesto Desastre es el nuevo trabajo por el que Nacho Vegas, heterodoxo, descreído, ensimismado, outsider..., aparece hoy por aquí.

Este último trabajo es su cuarto en solitario, tras Actos inexplicables, Cajas de música difíciles de parar y Desaparezca aquí. En medio, además de Lucas 15, encontramos otras dos colaboraciones, una con Bunbury en El tiempo de las cerezas y otra con Christina Rosenvinge en Verano fatal. Es curioso lo que, al menos a mí, me pasa con este tipo. Lo conocí a través del disco con Bunbury. Al principio, sus canciones me resultaban extrañas, incomprensibles, vacías, como si estuvieran escritas en un lenguaje que no comprendía. Recuerdo que cuando escuchaba El tiempo de las cerezas siempre pasaba sus canciones y sólo escuchaba las de Bunbury. Bajé, más por curiosidad de entomólogo que por gusto musical, Cajas de música... y Desaparezca aquí. Los tuve en el disco duro un tiempo, sin descomprimir siquiera. Un día —uno de ésos en los que me había levantado con el pie cambiado y con ganas de desaparecer—, me dio por escucharlos. Y ahí fue. Las buenas cosas siempre nos descubren a nosotros, nada de nosotros a ellas. Esto vale también para los libros, y me da a mí que también para las personas.

Después de eso vendría mi entusiasmo por Lucas 15 —uno de los discos que más he regalado—, por Verano fatal —y, a partir de éste, por Tu labio superior, de Christina Rosenvinge, que tiene una canción titulada Tu boca por la que merece la pena fatigar kilómetros y kilómetros—, mi redescubrimiento de El tiempo de las cerezas y, ahora, de advenimiento de El Manifiesto Desastre.

Nacho Vegas es un tipo con unas melodías y unas letras obsesivas. Descarnadas, perdedoras, pesimistas, la mayoría. Sinceras o no —eso me da igual—, consiguen taladrarme y enfrentarme a algunos de mis miedos más perdurables, fundamentalmente aquéllos recurrentes sobre las relaciones humanas, ya sabéis de qué os hablo. Os dejo algo de este tipo para que comprobéis. Ahora, eso sí, elegid bien los tiempos. O, mejor, dejad que sean ellos quienes os elijan a vosotros.

"Morir o matar", último corte de El Manifiesto desastre.



"La plaza de la Soledá", de Cajas de música difíciles de parar.



"Nuevos planes, idénticas estrategias", de Desaparezca aquí.



Para terminar, el vídeo de "El hombre que casi conoció a Michi Panero", grabado en el Liceo de Barcelona con Bunbury, correspondiente al disco El tiempo de las cerezas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la cagué en escucharlas, no era un buen día para ello, pero luego me puse ´´Allenrok´´ (lo último de Estopa) y se me quitó tó.

Un saludo de M. Romero

ex del albero