Como esperando se me acentúan los sentimientos de estupidez e inutilidad, entre otros, antes de salir del piso de Víctor me echó mano un librillo al que llevaba observando en la estantería desde hacía tiempo. Primero me llamó la atención por la portada con tonos verdes. Después, porque el autor tenía nombre vasco, Karmelo Iribarren. Y por el título, La ciudad. De todas formas, poco habría importado todo si no me moviese también el snobismo vomitivo de conocer a un poeta nuevecillo y fardar de eso sacándome un par de versos suyos en una conversación, en un bar, jugando al intelectual marchito para epatar a alguna torda o, si me apuráis, incluso a algún jambo (o a algún amigo, si no hay otro remedio). El caso es creer que uno impresiona con estas cosas. Sí, así de vacío estoy.
Pues bien, me pongo el abrigo —me da un toque más underground y me acerca más a la imagen (otra falacia mía) que pretendo dar de mí mismo—, cojo el coche y me voy al aeropuerto, a esperar, y dispuesto a pasarlo en grande sintiéndome estúpido e inútil pero, eso sí, diciéndole al mundo ahí os jodéis que yo tengo mi poeta y vosotros no. Como si al mundo le importara algo esto. En fin, las cosas.
Claro, con ese título, La ciudad, los versitos no podían ir más que de lo que iban: de la ciudad, de poeta urbano, con bares, barras, tías, tíos, alcohol, lenguaje postmoderno, referencias culturales para ser guay, de cinismo y jueguecitos de palabras, de ser un poquito maldito pero también un poquito adorable, de ser sufridor gratuito y cabrito entrañable, de jugar a ser madurito-atractivo-desaliñado-peterpan-virgencitaquemequedecomoestoy... En fin, de toda esa porquería que yo intento. Joder, cómo nos eligen los libros. Qué asco.
Y como mi padre me enseñó a llegar a los sitios con antelación, tenía cuarenta minutos de espera. Cuarenta minutos que, por otra parte, me tocaría pagar en el parking. Pero bueno, yo tenía mi libro y tal. Me siento para que se me vea pero sin que se note (claro, uno juega a pasar de todo pero quiere que lo miren). Y me pongo a leer. Aquí van algunos poemas, con comentario, alrededor del tema del amor que se va a hacer puñetas, algo que, por otra parte, es lo que le suele ocurrir al amor la mayoría de las veces. Espero que ya, a vuestra tierna edad, lo estéis probando —y sufriendo— a base de bien. ¿A que se pasa de maravilla? Ea, pues bienvenidos. Ah, he seleccionado los poemas en orden cronológico: desde el hastío inicial al desconocimiento final, pasando, por supuesto, por la ruptura. Así queda más dramático y veis que todo lo que es susceptible de empeorar siempre termina empeorando. Venga, al lío.
"El principio del fin"
Mientras ella se desnuda
poco a poco, incendiando
la alcoba,
él
—absorto en la pantalla,
ajeno por completo
a la deflagración—,
se juega mentalmente
un carajillo
a que el malo es el juez.
Claro, ahora pensaréis que si ella (o él) se desnuda, nadie puede estar absorto en ninguna pantalla de televisión, por muy granhermano o sellamacopla que se ponga la cosa. Jajaja. Daría igual que cayera muerta (o muerto) en ese mismo instante. El tiempo hace preferible a maríadelmonte o a anasosaquintana en lugar de la torda (o del jambo) que dijimos amar una vez. Eso, las cosas.
"Lo peor, lo más triste"
No sé si soy
feliz,
si verdaderamente
lo he sido
alguna vez;
aunque creo que no.
Y a ti te ocurre
otro tanto,
me consta.
Pero no es esto
lo peor.
Lo peor del caso,
lo más triste,
es que ya
ni siquiera
nos importa.
Consecuencia de lo anterior. Porque esas cosas se notan. Sí, claro, nos hemos buscado la excusita de "estamos pasando una mala racha" o "una mala temporada" para no decirle a quien tenemos enfrente que la cosa se acaba y que, en la medida de lo posible, lo infiera ella misma y se las apañe como pueda. Lo que no alcanzamos a comprender la mayoría de las veces es que quien tenemos enfrente está tratando de hacer con nosotros exactamente lo mismo. Pero, vamos, forma parte del juego y así van tirando las cosas.
"Sinceridad"
Querías sinceridad sobre todas
las cosas. Que entre nosotros
—dijiste—, nunca se interpusieran
perfidias ni secretos. Que la duda
no arraigase jamás en nuestros
corazones. Querías sinceridad
a cualquier precio. Y que yo
sepa, eso es lo único que hice,
ser sincero, cuando te dije
que me lo había hecho una noche
con tu amiga. No entiendo,
pues, a qué vienen ahora esos
insultos, ni esas miradas torvas,
ni esas lágrimas. No entiendo
de qué vas, sinceramente.
Venga, otro topicazo: "Tenemos que ser sinceros. Nos lo tenemos que decir todo, cari, gordi" (ojo al parche con los vocativos). El que dijo esto por primera vez estará en el infierno junto a Hitler y Goebbels, seguro. O debería estarlo. Pero, vamos, cualquiera dice que no. Hay que pasar por el aro. El caso es que ser sincero para decir "te quiero" es lo más fácil del mundo. Otra cosa es serlo para decir lo que confiesa el del poema. ¿Veis?, ahí ya no es lo mismo. Me da a mí que las sinceridades no se valoran de la misma forma. Pero, vamos, que hay que ser sincero no voy a ser yo quien lo niegue.
"Ya ves, nada"
«No te vayas, no me dejes así»,
te hubiese dicho entonces.
Pero no dije nada, sin embargo.
Me quedé quieto, allí, bajo
la lluvia, como un perfecto imbécil,
viendo cómo te ibas para siempre.
Eso es lo único que hice. Luego,
es verdad, bebí durante muchos
meses mucho, demasiado. Hasta
que una mañana de resaca infernal
te vomité en la alfombra. Y esa fue
al final toda la historia. Ya ves,
nada: talego y medio de tintorería.
Ea, poemita con estrambote. Después de apostar a que el malo era el juez, de importarle poco si había sido o no feliz y de montárselo con la amiga, sería demasiado cinismo —aunque nunca descartable— decirle "no te vayas, no me dejes así". Claro que, pese a todo, luego viene lo de pasarlo mal. Y ahí cada uno tiene sus medios. El caso es estar hundido, que es de lo que se trata. Y, claro, los malditos —que son muy tremendistas y que no se distinguen, precisamente, por su inteligencia— le dan al alcohol porque tienen demasiadas pelis de Bogart y demasiado cine negro encima. Después, todo se pasa. ¡Qué pena!
"Dos extraños"
Cruzar cuatro palabras en un
bar, y percibir al instante
que nada queda de aquella
vieja historia. Que somos dos
extraños, nada más. Dos extraños
a los que la vida puso en una
esquina el tiempo justo para
engañarse un poco, gozar
también a veces, e incluso
prometerse irrealidades.
Dos extraños que esta noche
se miran con indiferencia,
o apenas si se miran. Que tienen
prisa, ganas de despedirse,
de volver a su mundo. Y que
ya ni se molestan en fingir.
Ay, esa sensación es extraña las primeras veces. La tienes ahí delante, estáis rodeados de otros, y, aunque mientras transcurría el poema anterior a éste te pareciera imposible, ahora la ves y ya no queda nada. No, nada. Y lo reconoces, y te alegras, y te vienes arriba hablando con ella, y te muestras alegre, locuaz, incluso amistosamente cercano. Joder, qué bien estoy, piensas. Claro que quien tienes delante también piensa lo mismo y, además, seguro que lo consiguió antes, mejor y más barato que tú. Ya verás cuando, esta noche, te des cuenta de esto. A ver si ahí te ríes también, mono.
"Lo difícil"
Enamorarse es fácil.
Uno puede enamorarse
—sin demasiado
esfuerzo—
varias veces al día,
a nada
que se lo proponga
y se mueva un poco por ahí;
y si es verano,
ni te cuento.
Enamorarse no tiene
mayor mérito.
Lo realmente difícil
—no conozco
ningún caso—,
es salir entero
de una historia de amor.
Eso. A ver quién. Lo malo, siendo esto malo, no es que nadie salga entero, sino que todo el mundo reincide. Y encima decimos que es como la primera vez. El colmo.
Ah, si os gustan estos textos me lo decís y pongo más poemas. Tengo seleccionados algunos sobre el amor, sobre la vida ¿? y otros bastante cínicos. Bueno, y si no lo decís, también los pondré, que las tardes y las noches son largas por aquí, y la compañía, escasa. Ah, y si alguien se anima a escribir un poemita tipo Karmelo Iribarren, prometo regalar un librito suyo al mejor poema. Ea, saluditos, que hoy me siento generoso.
martes, 9 de diciembre de 2008
Confidencias (I). Amor menos.
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9 comentarios:
No lo he leído entero porque no me da tiempo, pero, te pasa algo?
Eugenia.
Jajajaja, querida mamá:
No, no me pasa nada. Tu hijo está bien (dentro de lo que es él), come casi todos los días (incluso alguna vez dos veces al día) y sus alumnos aún no le han arrancado la cabellera (por otra parte, poco hay ahí que arrancar).
Saludos y muchas gracias por el interés. Te quiere, tu hijo.
Jajajajaja!
Haces bien, haces bien!
Eugenia.
Pablo!!
Maria Pozo, del IES Albero y sin acento en la "i" porque me dan coraje los acentos en el ordenador.
Me he leido todo enterito y me ha encantado, menos mal que victor tiene su "tilin" para los libros y que tu tienes el tuyo para encontrarlos, jejeje.
Podría recomendarte un libro llamado "dos velas para el diablo" pero ni se si tendras tiempo paraleerlo ni se si tendras ganas, ni siquiera si te gustará.
En Alcalá sigue todo divinamente, las chicas aprueban, yo también (loque, considerando el mal año que fue cuarto de la eso para mi, en bachillerato no esta para nada mal), se te echa de menos en lengua (jose antonio no me gusta nada como profesor, aunquesea pariente mio incluso jajaja) y bueno, todo el mundo recuerda aquella clase en la que marta dijo "la pozo y la porti tambien te miran el culo" (dios mio se que esta fuera de lugar decirlo pero de verdad que lo tenia que decir, jajaja).
Rosa nos ha dicho a mi y a una chica nueva que escribimos muy bien opinión y noticias, que tenemos "garra" y que nos llamara para participar en una gaceta o en un periodico mini del instituto.
y creo que ya no hay mucho mas que contar.
Te echo de menos, espero verte prontito pablo ^^
Joder Pablo, te se echa de menos en el Albero...
Paqui es de lo mas sosa...
En fin, saludos de un buen alumno y mejor persona
Qee iSee Shu KoOleeGaa!! jOjOjO maestrO estO nOo VaaaLee jOjOjO lo Kee VaaLe eeS Laa Tiia esAa LoKaa PiSaRni O kOoMo Jee LLamee! juaaaS! kee FliiPaaa jaaS jaaS esTan MaaS waaPoOs LoS komeeNtaaRiiOo TuuyOo Qee LoOs PoOeMaa jajajajaja engaa nOoS veemOo x Laa teLee KaaLaaMaa Dee FaaNgO jOjOjO (H) By: eR_DoOmy
Eso son poemas? Eso es prosa en vertical? Se puede escribir poesía prosaica sin que deje de ser poesía, es decir, sin que sean textos como esos. Es malísimo.
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